lunes, agosto 22, 2005

Experimento fallido

Entro a toda prisa y me tengo que detener de golpe. Los pies se me despegan del suelo y quedo desagradablemente suspendida en mi propio miedo. Hay alguien allí, inmóvil, en la oscuridad. Unas migajas de luz anaranjada llegan desde la calle, y le dan sobre las rodillas, cruzadas al estilo indio. Sobre el pelo, que le ensombrece la cara.

¡Estúpida! Tanto tiempo evitando ese instante y me he lanzado a él de cabeza, sin intuición. Y ahora que el pánico me deja vacía de huesos, de entrañas, de todo, se me hace una eternidad ordenarle a mis piernas que se muevan, que me saquen de aquí. Salgo caminando hacia atrás, la vista fija en alguien que ni siquiera sabe que puede mirarme. Antes de que me vea tengo que huir, mi especialidad, desaparecer sin hacer ruido.

¿Cómo, cómo, cómo? ¿Por qué no me avisó nadie? Ustedes lo saben, estaba tan segura de que a su modo me protegían, que me siento traicionada. Se los pedí, se los pedí por favor, que me avisaran cuando se me fuera la mano. Habrán sentido lástima de mí, o de ustedes mismos, de tener que decir algo que los pusiera en la incómoda posición de quien tiene que lastimar.

Ahora no puedo volver, y echo de menos todo lo que he dejado, lo que no veré de nuevo porque me fallaron los cálculos y no tengo valor para regresar por ello. Siempre fui tan cuidadosa, me hice cargo de los detalles penosos, y así pude volver una y otra vez por mis rapiñas. Un pequeño descuido y no me queda nada. Solo seguir retrocediendo para que no me mire. ¿Qué pensará de mí? Eso no importa, tiene que seguir sola, si es que quiere mantenerse viva. Le he dado lo suficiente. Una memoria, unos gestos, dolores, ilusiones, imposibles. Es cuestión suya cuánto tiempo le quede.

Nunca había querido verlas precisamente por eso, no soporto enternecerme inútilmente, empezar a darles nombres y tomarme el trabajo de crearles más historia que la que les permití a mi costa durante un tiempo. También es que odio ver lo que les he hecho, no quiero pensar en que lleguen a reconocerse en mi repulsión y hagan algo desesperado, como arrancarse del encierro y mostrarse al mundo, y gritar que existen por mi causa, que yo tallé cada uno de sus rasgos intentando imitar a los dioses, y que la gente vacile entre vomitar o lincharme, y que me lleven a quemar sin poder ver a mi abogado.

Por eso hoy el veneno es para todas. Ellas y yo. Estoy cansada de vivir con miedo a encontrármelas tras cada ventana. De tropezarme de improviso con sus cadáveres descompuestos y sacarlos por la puerta trasera a media noche, para que los vecinos no se enteren de lo que estoy haciendo. Hoy ha sido la gota. Esta no sé cómo aguantó tanto, pero no más que yo, se los aseguro. Se van conmigo, no importan cuán humanas parezcan. Tengo que evitar que alguien las encuentre y su alma llena de justicia lo lleve a denunciarme. Que alguien las encuentre y su alma compasiva quiera darles alguna oportunidad. Les voy a ahorrar la molestia.

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