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martes, mayo 13, 2008

La arroba del mal

Cielos y tierra son testigos de que he sufrido. Llevo desde la semana pasada necesitando postear, y nada. Afortunadamente, nunca se me ocurrió cerrar En Crisis, y heme aquí.

Les dije que tenía que empezar este taller de IPC, que me hace levantar más temprano y aparecer por la oficina al medio día, con el consecuente atraso en mis actividades, pero puedo sobrellevarlo, puedo trabajar a toda máquina y ya. (Oh, más fácil se dice que se hace.)

Eso no es lo que me molesta. Lo que sí me preocupa es ciertas ideas que aquí y allá me han dejado parpadeando de incredulidad.

1. Si de entrada me sales con el discurso feminista radical de quemar sostenes y salir con tus diapositivas de por qué el cerebro de las mujeres es mejor, y cómo sómos más comunicativas y sensibles, para mí te rayaste tanto como si llegaras contando chistes machistas. (Demonios, lee a Bécquer o a García Lorca si quieres hablar de sensibilidad masculina; lee a Pardo Bazán si quieres ver lo que es una mujer dura.) Estás descuadrado, caduco, y estás adoptando la que es para mí la actitud perfectamente opuesta a crear equidad (si eso es lo que pretendes). Despierta. No tiene ningún sentido que pongas un cartel de neón a la mujer mecánico, como si fuera una sorpresa. Toda esa cosa de exigir las cuotas en los cargos me parece más traba que solución, porque ¿quién dice que en la receta a la calidad hay que poner idénticas cantidades de todo? Lo que hay es que dejar de ser mediocres, hombre o mujer. Haz tu esfuerzo, defiende tu espacio, haz respetar tus derechos, pero no hagas de ello un espectáculo porque, aunque no lo creas, no es beneficioso sino todo lo contrario.

2. Hablando de ciudadanos. La arroba no reemplaza el género. Bajo ninguna circunstancia. Es una medida de peso, es un símbolo que va en el correo electrónico, pero no es “l@ soluci@n fin@l”. No me pongas eso en un texto, porque no lo respetaré, no lo tomaré en serio, muy probablemente ni siquiera lo terminaré de leer porque tu arroba me estorbará. Si dices ‘niños y niñas’, una vez, está bien, pero si me vas a llenar el discurso de ‘los y las’, estás haciendo justo lo ideal para que yo deje de leer o escuchar.

3. Sí, algunas de las heroínas de la literatura clásica son bonitas, bobas y pusilánimes, pero eso si te quieres quedar ahí. No todo está lleno de Helenas o Blanca Nieves. Lee más. Actualízate. No puedes generalizar con cosas como que “la literatura para niños es sexista, qué horror, muerte a las princesas Disney”. Ve más allá. Lee y difunde a Rodari, o a Pescetti, a Bodoc, a Lindgren, y si te parece que no hay material suficiente, ¿por qué no contribuyes a crearlo? (Por cierto. No es que defienda a Disney, porque hace cada cosa que me da pena, pero si quieren una heroína que se corta el cabello y lucha, vean Mulan.)

4. Si me haces caso a la anterior sugerencia, por favor, remítete al punto 2.

5. Como de ley hay fallas en la presente redacción, lean el artículo de Fernando Balseca, quien lo dice muchísimo mejor. Hacía tanto tiempo que no me sentía tan representada.