lunes, enero 08, 2007

Leyenda urbana

Apenas entrabas a la facultad de diseño, te dabas cuenta que había una especie de conmoción, pero por suerte era un incidente divertido, nadie parecía estar sufriendo. En la cartelera de anuncios estaban las fotos y crónicas de la fiesta de bienvenida a los preuniversitarios del sábado. La noticia principal llevaba como título: HERIDO POR UN ZAPALLO.


* * *


No había patio en la casa de Selene. La casa de Selene era un baño, una cocina, y una habitación que servía de dormitorio, y de comedor, y de sala. Cosas que no había previsto cuando le prometió a su tía que ya estaba lista para empezar por su cuenta en una ciudad que no era la suya. Luego, resultó que en la casa de Selene tampoco hubo platos, ni cubiertos, y hubo que comprar comida para llevar durante un buen tiempo.

Cosas que su tía tampoco le dijo.

Y ahora, la mesa multiusos, en la que apenas entraba el tablero de dibujo con mucha buena voluntad, estaba ocupada en su mayor parte por un plácido vegetal, ignorante por completo de su próximo destino. El basurero.

Selene volvió a toda prisa de la facultad, pretextando que ya quería irse a dormir, esperando que todo mundo se fuera rápido, para bajar de inmediato y dejar el zapallo en el contenedor de basura sin que nadie se diera cuenta. Le horrorizaba la idea de que cayera alguno de sus compañeros de la universidad y encontrara eso ahí, y empezaran a hacer preguntas.

El asunto había empezado de forma bastante inocente. Primero habían sido flores. A nadie le molestan demasiado, las flores. Además, si no te gustan mucho, unos cuantos días y ya están marchitas y sin ningún remordimiento puedes deshacerte de ellas. Pero ¿qué hacer cuando a tu puerta aparece una canasta de mandarinas? ¿Un cestito con mangos? ¿Una fundita de grosellas?

Si uno es uno conejo, una tortuga, o un bicho de esos que no tiene mayores contemplaciones sociales o sentimentales, acepta el regalo de buen grado. Pero si uno resulta ser una preuniversitaria recién llegada de provincia de la cual se resulta enamorando el jardinero del edificio para estudiantes donde vive, es mejor evitarse el cuestionamiento público. A grandes males, grandes remedios. Adiós, zapallo.

En su casa, a la tía se le hubiesen hinchado las venas de la frente de solo pensar en el despercidio de comida. Hay gente, Selene, que aunque tú no lo creas ni lo hayas visto nunca, no tiene qué comer. Y hay gente, querida tía, que no dejaría que olvidara esto nunca jamás.

No es nada personal, señor zapallo. Es solo que, la vida está hecha de eso. De sacrificios. Pude compartir las grosellas, y las mandarinas y los mangos con la gente. Decir que los enviaba mi tía y eso fue fácil. Es curioso, pero ellos no saben cuando estoy mintiendo, y eso no me hace sentir muy bien. Ahora, ¿qué digo? ¿Qué tía le manda un zapallo de regalo a su sobrina, cuando esta no tiene ni un horno para hacer pasteles en su casa?

Mejor esperar a que no hubiera nadie. Selene se durmió un par de horas, y al despertar, silencio. Era tiempo.

Caminó con el zapallo envuelto en papel de periódicos a través del estacionamiento, levantó la tapa del contenedor y dejó caer su regalo. Ni un alma -consciente, al menos- a la vista en el campus. Por la mañana, todo estaría en orden. El eficiente equipo de mantenimiento llegaría a separar los despojos de la fiesta.

Despojos plásticos, que Selene apartó de una patada.

Despojos de vidrio, que cuidadosamente evitó.

Despojos humanos, que no vio a tiempo, con los que tropezó, y sobre los que dejó caer -¡poc!- su cargamento. Alguien se quejó, Selene gritó, se levantó, volvió a caer, y sacando de tripas corazón corrió sin ningún miramiento a la hora ni al caído, de vuelta a la seguridad de su minihogar.




* * *
El lunes, Selene, la lista, los libros; la letra, carteles: HERIDO POR UN ZAPALLO.
Eso marcó el fin de las apariciones vegetales. Punto a favor. Pero luego, si te quedabas hasta muy tarde en la facultad, te advertían que podías terminar con una ceja rota, por culpa de algún zapallo asesino.
Cuando alguien contaba ese chiste, Selene hacía que no escuchaba.

3 comentarios:

Operator dijo...

Oe te quedó bien chévere la historia :D... quién se hubiera imaginado que se puede escribir sobre algo tan... tan... tostado como el zapallo. (y claro pues yo el que manda esas ideas grotescas)

Me entretuve leyéndolo ^_^

|_Bonny_| dijo...

Esta historia lo tiene todo... Y el suspenso que plasmas en el zapallo es algo digno de Stephen King...

Dael dijo...

Jajaja. La verdad es que me costó tanto que al final ya no sabía si me gustaba o no.

Grax!