- Oh, quién me diera una voz, un espacio, una audiencia...
- Creo que eso ya lo tienes.
- Elaboremos. Oh, quien me diera un amigo, un motivo de risa, un abrazo...
- Adivina qué. También está en la lista.
- Rayos. Quién me diera un nombre, un gusto, una perspectiva...
- Ídem.
- Caramba que lo tenemos todo. A este paso voy a tener que creerme afortunado, ¿y qué va a ser de mi elegía?
- No tenemos todo el día. ¿Por qué no pedir un ocaso, un horizonte, un barco...
- De una vez pide la luna. No. Esto debe tener gancho. Tocar fondo. ¡Dejar al mundo en lágrimas!
- Por mi parte, ya mismo lloro.
- Ah, calla, alter ego de poca fe. Ya vas a ver. ¡Pediré una tempestad, relámpagos, un mar embravecido!
- ¿Y caminar sobre las aguas?
- Y una sola y delimitada personalidad, y cero notas al pie de página.
- Ok, ya capto. ¿Y a quién, oh yo primigenio, pedirás tanta maravilla?
- Queda a criterio del lector. Hay que dejarle algo. ¿Qué quieres, que llegue al final del texto sin nada que preguntarse?
- Dirán que fue error de continuidad.
- ¿Y... si alguno no lo entiende?
- La comisión de excusas alegará hipoglucemia, y en caso de mucha presión, responderemos que esto no es más que un hobbie.
- ...
- Y apurándose, hermano, que creo que ya nos vieron. Voy a ver cómo te los distraigo, y de paso chequeo cómo va todo allá en obras. No me esperes despierto. Ahí te dejo.
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