lunes, marzo 06, 2006

Caín

Ese hombre no es mi hermano. Si fuera hermano mío, miraría por lo menos como yo; tendría en la nariz las arrugas estas que llevo yo por mi descontento. Así, con esa cara de asombro, no lo reconozco.

Me niego, me niego, me niego, es una completa vergüenza que ni siquiera pueda uno andar por la calle tranquilo sin que venga alguien y le pregunte ¿es este su hermano?, como si yo tuviera la obligación de contestarle, como si yo tuviera la obligación de siquiera mirar a ese pobre infeliz que tal vez también espera que yo conteste que sí, y no, mi respuesta es no, mil veces no, no sé quién diablos es.

Por favor, deje de molestarme. ¿No le cansa dar todos los días la misma vuelta para encontrarme y preguntarme si un nuevo desconocido es hijo de mi padre y mi madre? Como si eso importara, como si importara y encima yo se lo fuera a decir a usted.

Por si acaso, yo no tengo hermanos, ninguno. Los he dejado a todos atrás, así que ya no son míos. Ni lo fueron nunca; no sé lo que significa míos ni lo que significa hermanos, no sé por qué alguien diría eso, porqué alguien creería que porque nos criaron juntos, ya tendríamos que admitirnos para siempre; yo no creo en eso, no he visto ni uno, jamás, mirarme y devolverme esa desconfianza, ese rencor inmediato y creciente con que los veo a todos, porque no nos parecemos, no nos pareceremos jamás. No tengo hermanos, así que de una buena vez, piérdase y deje de preguntar.

No hay comentarios.: