Es que no es posible. Recuperarse, caerse, tratar de estar bien otra vez. Ni un día de sanidad y vuelta a la misma locura. Irse a dormir sintiéndose como quien ve la luz al final del túnel. Y despertar consciente de estar peor que antes. Prometerse que mañana, mañana, mañana...
¿Cuándo fue la última vez que no me dormí para evadir nada?
Dejar el despertador puesto, el teléfono encendido, la angustia activada. A mitad de la noche, con los ojos cerrados, chequear las salidas de emergencia, el cuarto de la madre, los gatos, las plantas.
Todos perdidos sin mí, frágiles sin mí; levantarse por eso con ligeras pisadas, revisar las sombras detrás de los cuadros, soplar telarañas, y volverse a la cama con el pelo revuelto y las pupilas difusas.
Menos mal que la luz sigue apagada.
martes, marzo 21, 2006
viernes, marzo 17, 2006
monstruo
Podría admitirlo, pero ¿y si no quiero? Podría quedarme callada escuchando, escuchando... Puedo también mirar de hito en hito hasta acabarme la luz, o dejarme sola y salir por la ventana.
Pero voy a ir. Voy a dejar que me llegue el eco de los disparos y después, recogeré las balas melladas. Miraré si dejaron marcas, pero más por rutina que nada. Me voy aburriendo del ruido, y entonces un día me iré, solo que estoy esperando, te aviso cuándo.
Ayer, escuché las sirenas y me asomé a la ventana. Con tanta lentitud que al llegar, ya todo había pasado. La calle estaba vacía. El ruido seguía allí, obstinado. Los demás se habían ido. Yo vi chirridos de llantas, gritos de hombres, murmullos de la gente. Vi la respiración agitada de una mujer que luego tosía. Vi un goteo que no sé que era, contra el asfalto, tic, tic, tic. Desesperante como era, hipnótico como era, cerré la ventana y me puse a ver otros sonidos dentro de mi propia casa. Pero calculé mal y escuché mi memoria, mi propia memoria, arrastrándose como un lagarto que acaba de darse un banquete y se retuerce de incomodidad y de hartazgo.
Por eso tuve que salir, y vine a verte. No soportaba el silencio, dime lo que quieras, canta lo que quieras, golpea las pareces, ríe, susurra; aunque al final todo sirva para alimentar a ese monstruo que avanza lento y asfixiante a medida que envejezco, y que regurgita recuerdos sobre mis días. Y que ya no quiero.
Pero voy a ir. Voy a dejar que me llegue el eco de los disparos y después, recogeré las balas melladas. Miraré si dejaron marcas, pero más por rutina que nada. Me voy aburriendo del ruido, y entonces un día me iré, solo que estoy esperando, te aviso cuándo.
Ayer, escuché las sirenas y me asomé a la ventana. Con tanta lentitud que al llegar, ya todo había pasado. La calle estaba vacía. El ruido seguía allí, obstinado. Los demás se habían ido. Yo vi chirridos de llantas, gritos de hombres, murmullos de la gente. Vi la respiración agitada de una mujer que luego tosía. Vi un goteo que no sé que era, contra el asfalto, tic, tic, tic. Desesperante como era, hipnótico como era, cerré la ventana y me puse a ver otros sonidos dentro de mi propia casa. Pero calculé mal y escuché mi memoria, mi propia memoria, arrastrándose como un lagarto que acaba de darse un banquete y se retuerce de incomodidad y de hartazgo.
Por eso tuve que salir, y vine a verte. No soportaba el silencio, dime lo que quieras, canta lo que quieras, golpea las pareces, ríe, susurra; aunque al final todo sirva para alimentar a ese monstruo que avanza lento y asfixiante a medida que envejezco, y que regurgita recuerdos sobre mis días. Y que ya no quiero.
lunes, marzo 06, 2006
Caín
Ese hombre no es mi hermano. Si fuera hermano mío, miraría por lo menos como yo; tendría en la nariz las arrugas estas que llevo yo por mi descontento. Así, con esa cara de asombro, no lo reconozco.
Me niego, me niego, me niego, es una completa vergüenza que ni siquiera pueda uno andar por la calle tranquilo sin que venga alguien y le pregunte ¿es este su hermano?, como si yo tuviera la obligación de contestarle, como si yo tuviera la obligación de siquiera mirar a ese pobre infeliz que tal vez también espera que yo conteste que sí, y no, mi respuesta es no, mil veces no, no sé quién diablos es.
Por favor, deje de molestarme. ¿No le cansa dar todos los días la misma vuelta para encontrarme y preguntarme si un nuevo desconocido es hijo de mi padre y mi madre? Como si eso importara, como si importara y encima yo se lo fuera a decir a usted.
Por si acaso, yo no tengo hermanos, ninguno. Los he dejado a todos atrás, así que ya no son míos. Ni lo fueron nunca; no sé lo que significa míos ni lo que significa hermanos, no sé por qué alguien diría eso, porqué alguien creería que porque nos criaron juntos, ya tendríamos que admitirnos para siempre; yo no creo en eso, no he visto ni uno, jamás, mirarme y devolverme esa desconfianza, ese rencor inmediato y creciente con que los veo a todos, porque no nos parecemos, no nos pareceremos jamás. No tengo hermanos, así que de una buena vez, piérdase y deje de preguntar.
Me niego, me niego, me niego, es una completa vergüenza que ni siquiera pueda uno andar por la calle tranquilo sin que venga alguien y le pregunte ¿es este su hermano?, como si yo tuviera la obligación de contestarle, como si yo tuviera la obligación de siquiera mirar a ese pobre infeliz que tal vez también espera que yo conteste que sí, y no, mi respuesta es no, mil veces no, no sé quién diablos es.
Por favor, deje de molestarme. ¿No le cansa dar todos los días la misma vuelta para encontrarme y preguntarme si un nuevo desconocido es hijo de mi padre y mi madre? Como si eso importara, como si importara y encima yo se lo fuera a decir a usted.
Por si acaso, yo no tengo hermanos, ninguno. Los he dejado a todos atrás, así que ya no son míos. Ni lo fueron nunca; no sé lo que significa míos ni lo que significa hermanos, no sé por qué alguien diría eso, porqué alguien creería que porque nos criaron juntos, ya tendríamos que admitirnos para siempre; yo no creo en eso, no he visto ni uno, jamás, mirarme y devolverme esa desconfianza, ese rencor inmediato y creciente con que los veo a todos, porque no nos parecemos, no nos pareceremos jamás. No tengo hermanos, así que de una buena vez, piérdase y deje de preguntar.
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