martes, julio 03, 2007

Solitud

El pequeño príncipe se pregunta a dónde han ido todos. Está muy silenciosa su casa, y detesta jugar solo. En un santiamén, entra en el patio, presuroso por dejar atrás su propia sombra, que le pesa por las tardes, al crecer hasta fundirse con la oscuridad creada por cosas altas.
El tiempo es caluroso y las abejas tontean. El príncipe está habituado al ocasional dolor del aguijón, pero ellas no han comprendido aún la inminencia de la muerte.
Ambos, príncipe y colmena, esbozan figuras vagas en el patio sin molestarse. El joven soberano ha puesto las manos sobre una pared y la sigue, dibujando, ahora de memoria. Recuerda muy bien cada rostro, y lo reproduce sin grabarlo sobre la piedra.
Donde hayan ido, sabrán que él los llama, y llorarán lágrimas de cal y arena.
El ropaje blanco del príncipe cae hasta sus pies. La canción sin voz del principe permea la tierra.
Debajo, donde las semillas estallan y crecen, los que estaban durmiendo despiertan, y solo entonces el príncipe renuncia, y se regresa a su palacio, donde reza hasta que la mañana llega.

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