lunes, enero 15, 2007

seis

Vamos a ver si así se me quita la pereza. Que los he visto más pesados.

6 cosas que me gustaría hacer antes de morir:

aprender japonés.

viajar a japón.

conseguir que alguien me diga con criterio y sin compromisos si lo que escribo es digno de ir a imprenta o no.

quedarme escribiendo en mi casa, y que me paguen por ello.

conocer a mis sobrinos (que aún no existen).

trabajar en una biblioteca estupenda.


6 cosas que hago mejor (ay):

quejarme.

distraerme.

quedarme en silencio (no quieta, en silencio).

tipear.

escuchar.

darle oportunidad a todas las versiones posibles antes de llegar a una conclusión.

6 cosas que no sé hacer:

mostrar entusiasmo por premios y felicitaciones.

recibir cumplidos (me da casi tanta vergüenza como si me estuvieran reprendiendo).

conducir.

amarrarme los zapatos (lo admito, hago trampa, invento unos nudos poco ortodoxos o me resigno a andar por ahí con los cordones desatados).

andar en bici.

insultar con 'todas las de ley'.

6 cosas que me encantan:

estar en la playa

no tener tareas pendientes, e inventarme alguna actividad para el día.

comer aceitunas, uvas y queso.

apagar las luces de la casa cuando estoy sola y quedarme en silencio un rato.

ver anime.

leer.

6 cosas que detesto:

hay una planta, que tienen un olor nauseabundo, había una en el colegio y las niñas usaban las hojas para fastidiarse entre sí. creo que se llama ruda, y es la peor sensación en esta vida.

que mi mamá me diga que me veo terrible, y no se dé cuenta de que esa soy yo (no se resigna...)

que mis hermanos menores puedan levantarme en peso, y lo hagan (¡no es justo!)

que no me crean (aka que me llamen mentirosa).

que me subestimen (allá ellos).

la gente que disfruta dominando a otros.

6 cosas que no saben de mí:

no mido 1,50 m. no mido 1,60 m. no hagan apuestas sobre mi estatura, son 1,55 m.

de una vez para que nadie me chantajee, mi mamá y toda su parentela me llaman 'nena', y sí, me mortifica bastante.

estuve un mes en el coro de la universidad, pero me salí porque me daba pereza quedarme hasta las diez de la noche por los ensayos.

cuando salí del colegio tenía pensado seguir teología, pero no me aceptaron en el seminario.

creo en Dios y puede decirse que soy activa en mi iglesia. pero no creo en las estructuras religiosas. así como puedo leer la biblia, puedo leer una sátira religiosa y reírme como cualquier persona. mi Dios tiene sentido del humor.

la primera cosa que escribí, cuando tenía once años, tenía toda la traza de ser un western. la destruí cuando terminé de tipearla, porque me di cuenta que era horrible.

lunes, enero 08, 2007

A metaphore

Hearts are bound to be ripped, like, uh, gift-wrapping paper (let there be the metaphore). Just by putting out the wrappings, you can see what lies beneath. Now, if you take the paper carefully out, you'd be acting like an old aunt, saving it from habit -and I hope you are not one of those people that really think about re-using it on someone else's present-. That kind of paper is made to be teared apart, it's the fun of opening gifts up. How valuable, cool, hideous or unrecognizable the thing inside is... that's an apple from another barrel. We wrap the stuff we give, because we are afraid of what the other (and the others onlooking) might think, and we foolishly delay the initial shock with a thin layer of processed wood.

Maybe that's why some friends of mine prefere not to wrap my presents. At least, that's what I think. They come to me openly, and give me what they want to give, and they won't waste time saying things like, how did you like it? Sometimes they'll say, what did you like most about it? What did it make you think? Lend it to me ASAP! Sometimes they'll just wait for me to talk. Sometimes, I won't need to say a word.

I have a vivid memory of all the people that has come to me unwrapped (we are being metaphorical, just so you remember). No presentation cards, no social backgrounds, not feigned enthusiasm. People who hung around freely, for who I was.

Once upon a time, I was busy thinking what would be the perfect package to hide my true self on. And then I got bored, and sticked to being just me. And even though I could see all the flaws and dark spots and blurred zones on my skin, it was fine with me.

It's appealing, the life as a non-wrapped present. I'm not saying the paper-ripping part must be fun for you, by the way. What I'm saying is: get off the damn paper and kick it out. Enjoy yourself. Get a good tan. And laugh at life in the face.


PD: La transleishon se las dejo de tarea porque ya me dio pereza. Los errores son to's míos, de quién más.

Leyenda urbana

Apenas entrabas a la facultad de diseño, te dabas cuenta que había una especie de conmoción, pero por suerte era un incidente divertido, nadie parecía estar sufriendo. En la cartelera de anuncios estaban las fotos y crónicas de la fiesta de bienvenida a los preuniversitarios del sábado. La noticia principal llevaba como título: HERIDO POR UN ZAPALLO.


* * *


No había patio en la casa de Selene. La casa de Selene era un baño, una cocina, y una habitación que servía de dormitorio, y de comedor, y de sala. Cosas que no había previsto cuando le prometió a su tía que ya estaba lista para empezar por su cuenta en una ciudad que no era la suya. Luego, resultó que en la casa de Selene tampoco hubo platos, ni cubiertos, y hubo que comprar comida para llevar durante un buen tiempo.

Cosas que su tía tampoco le dijo.

Y ahora, la mesa multiusos, en la que apenas entraba el tablero de dibujo con mucha buena voluntad, estaba ocupada en su mayor parte por un plácido vegetal, ignorante por completo de su próximo destino. El basurero.

Selene volvió a toda prisa de la facultad, pretextando que ya quería irse a dormir, esperando que todo mundo se fuera rápido, para bajar de inmediato y dejar el zapallo en el contenedor de basura sin que nadie se diera cuenta. Le horrorizaba la idea de que cayera alguno de sus compañeros de la universidad y encontrara eso ahí, y empezaran a hacer preguntas.

El asunto había empezado de forma bastante inocente. Primero habían sido flores. A nadie le molestan demasiado, las flores. Además, si no te gustan mucho, unos cuantos días y ya están marchitas y sin ningún remordimiento puedes deshacerte de ellas. Pero ¿qué hacer cuando a tu puerta aparece una canasta de mandarinas? ¿Un cestito con mangos? ¿Una fundita de grosellas?

Si uno es uno conejo, una tortuga, o un bicho de esos que no tiene mayores contemplaciones sociales o sentimentales, acepta el regalo de buen grado. Pero si uno resulta ser una preuniversitaria recién llegada de provincia de la cual se resulta enamorando el jardinero del edificio para estudiantes donde vive, es mejor evitarse el cuestionamiento público. A grandes males, grandes remedios. Adiós, zapallo.

En su casa, a la tía se le hubiesen hinchado las venas de la frente de solo pensar en el despercidio de comida. Hay gente, Selene, que aunque tú no lo creas ni lo hayas visto nunca, no tiene qué comer. Y hay gente, querida tía, que no dejaría que olvidara esto nunca jamás.

No es nada personal, señor zapallo. Es solo que, la vida está hecha de eso. De sacrificios. Pude compartir las grosellas, y las mandarinas y los mangos con la gente. Decir que los enviaba mi tía y eso fue fácil. Es curioso, pero ellos no saben cuando estoy mintiendo, y eso no me hace sentir muy bien. Ahora, ¿qué digo? ¿Qué tía le manda un zapallo de regalo a su sobrina, cuando esta no tiene ni un horno para hacer pasteles en su casa?

Mejor esperar a que no hubiera nadie. Selene se durmió un par de horas, y al despertar, silencio. Era tiempo.

Caminó con el zapallo envuelto en papel de periódicos a través del estacionamiento, levantó la tapa del contenedor y dejó caer su regalo. Ni un alma -consciente, al menos- a la vista en el campus. Por la mañana, todo estaría en orden. El eficiente equipo de mantenimiento llegaría a separar los despojos de la fiesta.

Despojos plásticos, que Selene apartó de una patada.

Despojos de vidrio, que cuidadosamente evitó.

Despojos humanos, que no vio a tiempo, con los que tropezó, y sobre los que dejó caer -¡poc!- su cargamento. Alguien se quejó, Selene gritó, se levantó, volvió a caer, y sacando de tripas corazón corrió sin ningún miramiento a la hora ni al caído, de vuelta a la seguridad de su minihogar.




* * *
El lunes, Selene, la lista, los libros; la letra, carteles: HERIDO POR UN ZAPALLO.
Eso marcó el fin de las apariciones vegetales. Punto a favor. Pero luego, si te quedabas hasta muy tarde en la facultad, te advertían que podías terminar con una ceja rota, por culpa de algún zapallo asesino.
Cuando alguien contaba ese chiste, Selene hacía que no escuchaba.