Se ha quedado sola y no tiene amigos. Cree que le va a gustar pasar así una temporada. Entonces se busca una radio vieja y la pone. No sintoniza bien. Pero hay un par de programas que hasta se entienden. Pasan música antigua, de esa que escuchaba el padre, cuando vivía con ella. Pasan pocas propagandas.
Como se ha quedado sola, no tiene que llamar a nadie, ni nadie quien la llame. Tampoco tiene teléfono. Guarda los números de sus amigos en un papel que ha puesto en medio de un libro, y a veces, cuando está distraída, la garabatea. Ya los números ni se entienden.
Cuando hace mucho frío, pasea por la habitación hasta que le duelen las piernas. Entonces se sienta a mirar por la ventana. En la calle, apenas si se ve pasar gente. Cuando llegue la temporada en que hace sol, saldrá a caminar un poco. Ahora es mejor estar ahí, las paredes son grises, la calle es gris, y sus pensamientos, que a veces intentan volverse lilas vuelven, poco a poco, a engrisarse. Cuando salga, quizá, algo de sol la ayude a disiparse, y se convierta en humo, y desaparezca, como ese vapor que ahora muere apenas se estrella contra los cristales.
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