Hacer la maleta, no muy pesada, pero hacerla, y salir sin decirle a nadie que te vas, ni pensar mucho en cómo ni a dónde. ¿No era que los pies pueden llevarte donde ellos quieren? Dejarlos vagar un día para que te cuenten lo que en tu vida te has dignado escuchar. Tomarte una mañana, una tarde, una semana libre y averiguar todos los sitios que alguna vez quisieron mostrarte, todo el polvo que quisieron pisar y no se pudo porque tu cabeza dijo que había que visitar sitios más importantes.
Sitios donde aprendiste la frustración, la angustia, y mediste tu propio valor. Que no siempre es lo que tú creíste. Pero a cambio, tus pies quieren mostrarte un camino más fácil, menos seguro y contundente pero más acogedor. Yo no te digo que habrá alguien esperando. Ni que te dejarán por fin en paz. Pero les habrás dado tiempo, y quién sabe si tu cabeza se sienta agradecida por el descanso, y de vez en cuando, se libere del apremio recordando que, a veces, dejaste que otros hicieran el trabajo.
Puede que aprenda a despegar. Puede que un buen día ella y tus pies se pongan de acuerdo y te saquen a ti a dar un paseo, tomen tus manos y te lleven, sin darte tiempo a pensar si estás listo.
miércoles, junio 22, 2005
martes, junio 21, 2005
Mantenerse muerto es difícil. Al amanecer de cualquier día se te olvida permanecer quietecito y entonces te levantas a dar una vuelta y de repente ya estás otra vez ahí, titular de la noticia del momento, de algún recordatorio en la página de obituarios, o de pie junto a alguien que te llora sin verte.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)